Editorial

Manuel Mozota Núñez

Responsable del Grupo de Otorrinolaringología de la SEMG

A nadie le extraña que los pacientes tengan consultas para prevenir y controlar patologías derivadas de la próstata, el colón o el aparato ginecológico; incluso es frecuente que una persona vaya al óptico o al oftalmólogo a regularse la vista. Desgraciadamente en lo referente a la disminución de la audición es más raro escucharlo.

La audición es el sentido por el cual nos relacionamos con el mundo exterior. La comunicación es algo inherente al ser humano. Vivimos en una comunidad y tenemos la necesidad real de entendernos con los demás miembros de la misma. Una interacción sana nos hará integrarnos más y mejor en nuestra sociedad.

El ser humano puede perder la capacidad de obtención del lenguaje. Si una persona nace sin la capacidad de audición, no sólo será sorda sino también muda: los niños con hipoacusia tienen dificultades en la adquisición del lenguaje.

Cuando la hipoacusia se produce en personas que ya han adquirido la capacidad de hablar correctamente, habitualmente emplean un aumento del tono a la hora de hablar, lo que se agrava en ambientes ruidosos, en los que la persona no participa de las conversaciones. Con ello se quede aislada, no accede a la información y está mermada la capacidad de relacionarse con el mundo que la rodea. Ello puede producir una frustración que da lugar a que se aísle aún más en la vida cotidiana.

Cuanto más profunda sea la hipoacusia, mayor será el problema. Un diagnóstico precoz es algo fundamental para pautar un tratamiento adecuado y prevenir las posibles complicaciones. Sin duda la prevención es el arma fundamental que la atención primaria debe poner en práctica para que muchos pacientes no tengan una hipoacusia precoz.

Muchos de nuestros mayores padecen presbiacusia (pérdida progresiva de la capacidad para oír), debida al deterioro en el sistema auditivo generado por la edad. Los médicos de atención primaria deben conocer y preguntar a sus pacientes mayores acerca de su capacidad de audición, pues en muchos casos hay solución al problema. No podemos seguir pensando que la hipoacusia, que interfiere en las actividades de la vida diaria, debe ser asumida como algo normal en el envejecimiento. Los médicos debemos conocer sus tratamientos y hacer constar en la historia clínica este diagnóstico, muchas veces no consignado.

Desgraciadamente en nuestras consultas no disponemos de un audiómetro que permita conocer el grado de hipoacusia que tiene nuestro paciente. Remitir a un servicio de Otorrinolaringología puede demorar excesivamente el diagnóstico, debido a las listas de espera; por otra parte, la atención primaria debe poder hacerse cargo de una patología muy prevalente, más cuando los pacientes van cumpliendo años.

En los Servicios de Pediatría de los centros de salud se controla habitualmente la audición; incluso en algunos se miden 20, 25 y 40 decibelios, para frecuencias de 500, 1.000, 2.000 y 4.000 herzios; es algo que puede trasladarse a las consultas de adultos. De esta manera se puede realizar un cribado del estado auditivo de nuestros mayores, que puede ser incluida en la valoración integral del anciano. En algunos casos aconsejaremos prótesis auditivas que faciliten la integración del anciano en su entorno.

Los mayores quieren vivir más y mejor; por ello, no debemos resignarnos a considerar la presbiacusia como un proceso irreversible en el desarrollo de la vida de nuestros pacientes. Debemos explorar las causas y las posibles soluciones que el médico de atención primaria puede ofrecer.

El desarrollo social y tecnológico abre nuevas fronteras a la minimización de los síntomas y a las nuevas formas de comunicarnos. Los médicos debemos aconsejar a nuestros pacientes de manera que puedan tener una vida plena. Pongamos remedio a un problema que puede tener solución. Nadie cuestiona el uso de unas gafas. Sin embargo, ¿por qué somos tan reticentes a emplear una prótesis auditiva cuando tenemos una pérdida de audición?