Editorial
Información del artículo
*Autor para correspondencia
Correo electrónico:
pcanonesg@semg.es
(P.J. Cañones Garzón).
http://dx.doi.org/10.24038/mgyf.2024.059
Alicia Prieto Alonso, Pedro Javier Cañones Garzón*
Grupo de Trabajo de Patología Digestiva de la SEMG
Es muy reciente el creciente interés en el impacto de la microflora intestinal y su disbiosis en el cuerpo humano. La microbiota intestinal representa el segundo acervo genético del cuerpo humano y participa en la regulación de diversos procesos biológicos. Es uno de los ecosistemas más diversos, individual y único como una huella dactilar, y puede incluir hasta aproximadamente 1.500 especies diferentes.
La relación simbiótica entre los microorganismos y el cuerpo humano es vital para mantener la salud. Dicha relación ostenta varias funciones fisiológicas: tróficas, metabólicas e inmunológicas. Las tróficas son responsables de la nutrición, la formación de células epiteliales y la estimulación de la síntesis de mucinas encargadas de proteger el epitelio contra elementos patógenos; las metabólicas son ayudar a la digestión (principalmente aminoácidos), producir vitaminas B y K y ácidos grasos de cadena corta, asimilar vitaminas y nutrientes y reducir la absorción de grasas; las inmunológicas dotan a la microbiota de un carácter esencial en la constitución y funcionamiento del sistema inmunitario, gracias a la secreción de sustancias inhibidoras del desarrollo de bacterias y virus patógenos. Por todo lo anterior, la falta de comunicación efectiva entre el huésped y tales microorganismos puede contribuir a la génesis de numerosas entidades patológicas. No obstante, no es tan simple vincular inequívocamente enfermedades individuales a cambios en el microbioma intestinal, porque estos cambios pueden ser tanto la causa como el efecto de los síntomas de la enfermedad, lo que permite intuir que la colonización adecuada del tracto digestivo parece ser extremadamente importante.
La microbiota intestinal constituye un importante reservorio de microorganismos. Cada tramo anatómico del aparato digestivo posee diferente composición de su microbiota. Estas diferencias están determinadas por factores como el pH y las concentraciones de oxígeno. La mayor colonización bacteriana tiene lugar predominantemente en el intestino grueso. En condiciones fisiológicas normales, el intestino delgado está colonizado por un número específico de microorganismos. Por ello, cuando los mecanismos de defensa del huésped están comprometidos, se puede producir una translocación bacteriana
y un subsiguiente sobrecrecimiento tanto en el intestino delgado como en el grueso.
El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado [small bowel bacterial overgrowth (SIBO)] y el sobrecrecimiento de metanógeno intestinal [intestinal methanogen overgrowth (IMO)] son dos tipos de alteración de la microbiota intestinal. Este sobrecrecimiento en el SIBO y en el IMO puede estar asociado a la migración de otras bacterias procedentes del tracto aerodigestivo superior o del colon.
A pesar de la amplia investigación sobre SIBO en los últimos años, sigue siendo un problema pasado por alto por muchos clínicos. Sin embargo, gracias a los últimos métodos de diagnóstico no invasivos, su identificación es cada vez más habitual.
Es importante recalcar que el SIBO es solo la punta del iceberg: numerosas disfunciones de diferentes órganos y una amplia variedad de enfermedades pueden contribuir al crecimiento excesivo de cepas bacterianas y conducir al SIBO. Los síntomas gastrointestinales comunes (dolor abdominal, náuseas, hinchazón, gases, diarrea o estreñimiento) son típicos de las disbiosis y, en consecuencia, también del SIBO; además, tales problemas pueden provocar malabsorción, lo que acarrea deficiencias nutricionales, hipoproteinemia, anemia y pérdida de peso. Aunque el SIBO no es una afección potencialmente mortal, puede empeorar la salud de un paciente en el que coexisten otras patologías.
La dieta es un factor modificable esencial en la conformación de la composición, diversidad y estabilidad de la microbiota intestinal. Cuando es rica en fibra y alimentos de origen vegetal y baja en colina y grasas, favorece la existencia de una microbiota saludable; por el contrario, un régimen deficiente en fibra, oligosacáridos fermentables, disacáridos, monosacáridos y polioles, y caracterizado por una elevada ingestión de ácidos grasos omega-6 (típicos del patrón dietético occidental), puede predisponer a situaciones disbióticas.
En el abordaje clínico del SIBO es esencial centrarse en el funcionamiento adecuado de todo el organismo, incluidos los síntomas clínicos y el estado nutricional. Es un error demasiado frecuente intentar únicamente erradicar o eliminar por inanición el crecimiento microbiano excesivo en el intestino delgado.
Las implicaciones del SIBO, tanto en cuanto a elemento etiológico de múltiples entidades nosológicas, como en cuanto a proceso clínicamente derivado de otras muchas, constituyen un destacado foco de interés para nuestro Grupo de Trabajo, que está comprometido desde hace algún tiempo en el estudio, sistematización y síntesis del conocimiento, divulgación y generación de material formativo de este complejo síndrome.